¿QUÉ NOS IMPORTA REALMENTE?

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Vivimos en una sociedad saturada de información, escándalos mediáticos y tendencias digitales que duran menos que un suspiro. En medio de tanto ruido, vale la pena detenerse a preguntar: ¿qué nos importa realmente?

Como grupo, como sociedad organizada, solemos decir que nos importa la seguridad, la justicia, la educación, la salud, el futuro de nuestros hijos. Y es cierto… pero solo en el discurso. En la práctica, parece que muchas veces nos importa más la “nota roja” del día, el chisme de la farándula o el meme que se comparte miles de veces, que la tragedia del vecino o la corrupción que erosiona nuestra vida cotidiana.

En lo individual, la lista cambia. A cada persona le importa, ante todo, su bolsillo, su confort, su éxito personal. Es natural: el egoísmo es motor de supervivencia. Pero cuando ese egoísmo se convierte en egolatría, la sociedad se fractura. Entonces preferimos un “like” en redes sociales antes que una acción solidaria; un beneficio inmediato antes que el bienestar colectivo. Nos importa más la selfie en el desastre que ayudar al herido.

En México, esta contradicción es evidente. Todos decimos querer un país más justo, pero ¿cuántos están dispuestos a sacrificar un privilegio, a renunciar a una trampa fiscal, a respetar una ley que no conviene? Todos exigimos seguridad, pero ¿cuántos toleran la corrupción porque les abre una puerta, porque “da ventaja”?

Y en el mundo ocurre lo mismo. Nos alarma el cambio climático, pero seguimos consumiendo sin medida. Nos indigna la guerra, pero compramos productos que financian conflictos. Nos conmueven los migrantes, siempre y cuando no crucen la puerta de nuestra casa.

La humanidad parece atrapada en un dilema: lo que decimos que nos importa no siempre coincide con lo que realmente hacemos. El colectivo exige solidaridad, pero el individuo prefiere comodidad.

Quizá el gran reto de nuestro tiempo es alinear lo que nos importa como personas con lo que nos importa como sociedad. Solo así podremos aspirar a que lo que le importa a México y al mundo no se quede en discursos huecos, sino que se traduzca en decisiones, en acciones y en un verdadero cambio de rumbo.

Y ahora la pregunta queda en el aire, incómoda, punzante:
¿De verdad te importa el país, el planeta, la humanidad… o lo único que te importa eres tú?

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