
Las recientes elecciones judiciales, así como los resultados en Veracruz y Durango, han dejado un sabor mixto o agridulce para el movimiento de regeneración nacional.
No se trata de una derrota ni de una debacle, pero sí de una llamada de atención que debe ser atendida con responsabilidad y con visión de futuro. MORENA, el verdadero MORENA, no perdió territorio en estas entidades, pero se vio obligado a recurrir a una maniobra política que, aunque funcional, no debe convertirse en norma: postular a sus candidatos a través de los partidos aliados, el Verde y el PT.
Este tipo de decisiones, aunque estratégicamente válidas en el corto plazo, reflejan un problema más profundo: algunas estructuras internas del partido han sido coptadas por intereses ajenos al proyecto de la Cuarta Transformación. La vía para sortear estos obstáculos fueron los aliados, sí, pero esta solución es, en el mejor de los casos, transitoria. No puede ni debe repetirse en los procesos de 2026 y 2027. Si MORENA quiere conservar su fuerza moral y organizativa, debe asegurar que sus candidaturas representen genuinamente los valores del movimiento y no sean simples cuotas o arreglos circunstanciales.
Por otro lado, el ejercicio de participación ciudadana en las elecciones judiciales evidenció una falta de operatividad política. En aras de evitar que se percibiera como una imposición del partido o un acto de presión política, se bajó la guardia y se permitió que algunos “combos” o guiones de votación fueran infiltrados por actores que no comulgan con el proyecto de transformación, sino que pertenecen al viejo régimen judicial que está en retirada. ¿Cómo sucedió esto? Aún no lo sabemos. Y lo más grave: parece que tampoco hay voluntad de investigarlo.
Este descuido podría tener consecuencias en 2027, cuando nuevamente se convoque al pueblo a elegir a los nuevos jueces y magistrados.
Si no se aprende de lo ocurrido ahora, si no se analizan los errores, las omisiones y los excesos con objetividad, se estarán sembrando las condiciones para un retroceso silencioso en un tema fundamental: la democratización del Poder Judicial.
No se trata de rasgarse las vestiduras ni de caer en un pesimismo infértil. Se trata de hacer una autocrítica real, madura y estratégica que fortalezca al movimiento.
Esta reflexión no solo debe involucrar a las dirigencias partidistas, sino también a los militantes, a los ciudadanos conscientes, a los gobiernos y a las autoridades electorales. Porque cuando se cometen errores y no se asumen, se repiten. Y MORENA, si quiere seguir siendo la primera fuerza del país, debe mantenerse como el partido que aprende, corrige y avanza.
El momento es ahora. Y el mensaje es claro: no todo está mal, pero tampoco todo está bien. Reconocerlo con honestidad es el primer paso para mejorar.