IXTLAHUACA, ¿8 MESES PERDIDOS?

Por Efrén San Juan VI

Ocho meses. Ese es el tiempo que ha pasado desde que inició la primera administración de MORENA en Ixtlahuaca encabezada por Guadalupe Díaz. Ocho meses que, según la narrativa de campaña, serían el inicio de la transformación, de un nuevo rumbo, del despertar de un municipio que supuestamente estaba hundido en el rezago y la corrupción. Pero la realidad, esa que no se esconde tras discursos ni conferencias, es mucho menos alentadora: ocho meses que parecen más bien ocho meses perdidos.

La pregunta es inevitable: ¿dónde quedó la transformación prometida? Se habló de eficiencia, de eficacia en el manejo de recursos, de acciones concretas que cambiarían la vida de los ixtlahuaquenses. Y sin embargo, lo que tenemos es un silencio incómodo. Porque si hay obras, nadie las conoce; si hay avances, nadie los percibe; si hay un nuevo rumbo, debe estar escondido en algún rincón al que el pueblo no tiene acceso.

Durante la campaña, se vendió la esperanza como si fuera pan caliente. Se prometió que se acabarían los privilegios, que se castigaría a los responsables del desfalco anterior, que la justicia sería pareja y contundente. ¿Y qué pasó con esas acusaciones tan ruidosas contra el gobierno saliente? ¿Dónde están los expedientes, los procesos legales, “todo el peso de la ley”? Al parecer, quedaron archivados en la misma bodega donde se guardan las promesas de campaña que nunca vieron la luz.

El sarcasmo aquí se escribe solo: se prometió un cambio de raíz, pero el único cambio visible es el calendario. Tal parece que la estrategia es que la “transformación” se empezará a ver en uno o dos años… claro, cuando la paciencia del pueblo ya esté desgastada y la frustración sea la nueva normalidad.

Y ojo: no se trata de exigir milagros. Se trata de exigir resultados mínimos. Transparencia, claridad en el manejo del dinero público, obras que puedan señalarse con el dedo, un plan de trabajo visible. Eso que, a fin de cuentas, distingue a un gobierno serio de uno que solo juega con las ilusiones de la gente.

El arranque de Guadalupe Díaz, siendo el primer gobierno de MORENA en Ixtlahuaca, deja un muy mal sabor de boca. Porque si este era el gran ejemplo de la tan anunciada transformación, más vale que alguien nos explique en qué momento la brújula se extravió.

A estas alturas, el municipio merece por lo menos un informe claro, un recuento honesto de lo que se ha hecho en estos ocho meses, si es que se ha hecho algo. No se puede seguir administrando la esperanza como si fuera recurso infinito, porque la paciencia de la gente ya no se mide en discursos ni en promesas.

Al final, la gran transformación de Ixtlahuaca parece resumirse en un truco de magia barato: se desaparecieron las promesas, se esfumaron las obras y lo único que permanece es la desilusión. La diferencia es que aquí no hubo aplausos… solo un público cansado que ya empieza a preguntarse si no será este otro gobierno más que juega al ensayo y error con la esperanza de su pueblo.

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